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Limitar los trastornos psíquicos a sus posibles causas sociolaborales es una forma de banalizarlos.
Hemos podido leer en varios medios de comunicación esta información escrita por el Doctor Celso Arango, uno de los psiquiatras más expertos en Europa en psicosis y jóvenes con TMG.
En la portada podemos ver a la izquierda al actor Javi Martín, director de la única compañía de teatro en Europa donde todos los actores tienen un diagnóstico en salud mental «Arriba el telón» y al Doctor Celso Arango en la celebración en el invierno del año 2022 de una carrera contra la depresión en A Coruña.
La pandemia supuso una gran oportunidad para las personas con trastornos
mentales al aumentar la visibilidad de los mismos y el sufrimiento de los que los
padecen. La necesidad de afrontar necesidades históricas no cubiertas, como la
inversión en prevención en salud mental, la detección temprana, la reducción de
las listas de espera y la necesidad de incrementar los recursos asistenciales y
humanos para los trastornos mentales aparecen, por fin, en la agenda política de
los partidos en toda Europa. Pero toda oportunidad viene acompañada de un
riesgo. Empleando un reduccionismo llevado al extremo, se están mandando
mensajes a la población que son contrarios a la evidencia científica y que pueden
acabar siendo dañinos para los más vulnerables.
Así, hemos asistido atónitos en los últimos meses a una instrumentalización de la
salud mental. Se han dicho medias verdades desvirtuando estudios mal
interpretados o de dudoso rigor metodológico. Son aseveraciones ex cátedra, como
si fueran verdades absolutas, aun cuando son contrarias a décadas de estudios que
ponen de relieve los factores biopsicosociales en la gran complejidad de los
trastornos mentales.
Es más que evidente que los factores de riesgo socioeconómicos están entre
aquellos que aumentan la incidencia y empeoran el pronóstico de trastornos
mentales. En mi ingreso en la Real Academia de Medicina revisé la extensa
literatura publicada por nuestro grupo sobre este tema con la conferencia “El
futuro de la psiquiatría pasa indefectiblemente por la prevención primaria”.
Después de la crisis económica del 2008 y de la crisis global por Covid se han
incrementado, en aproximadamente un 20%, los casos de ansiedad y depresión a
nivel mundial. También han aumentado otras patologías médicas no psiquiátricas.
El abordaje de los factores de riesgo de tipo social y no social modificables es una
buena estrategia de salud pública, también de salud pública mental. Pero
interesarse sólo, como hacen ciertos partidos, por algunos factores de riesgo —
dejando a un lado, por ejemplo, el cannabis— o simplificar hasta lo ridículo los
trastornos mentales como consecuencia del sistema capitalista o de los problemas
sociales no es aprovechar la oportunidad brindada. Como si los trastornos
mentales no existieran en los países comunistas o en países ricos sin problemas de
vivienda o empleo.
Un buen ejemplo de la multicausalidad de los trastornos mentales es que los
factores ambientales son más determinantes para el cáncer de colon o de mama, la
diabetes o la artritis reumatoide que para la esquizofrenia, el trastorno bipolar o el
autismo, patologías para las que los factores genéticos son mucho más
importantes, según recogen revisiones publicadas en las revistas científicas más
prestigiosas, como Nature.
Afirmar que a las personas con trastornos mentales hay que darles menos
tratamientos médicos y más sindicalismo —”un sindicato en lugar de lorazepam”,
en palabras de la comisionada de Salud Mental, Belén González— demuestra la
incapacidad de ponerse en la piel de la persona con trastorno obsesivo compulsivo,
depresión mayor o esquizofrenia o en la de un padre o una madre con un hijo con
autismo o discapacidad intelectual. Por cierto, ¿los psiquiatras infantiles les
prescriben el sindicalismo a los menores o a sus padres?
Es evidente que existe una medicalización de la vida cotidiana, pero no debe esto
justificar la banalización de los trastornos mentales. No se puede caer tampoco en
el absurdo de sostener por un lado que la mayor parte de personas que dicen tener
trastornos mentales en la actualidad realmente no los tienen —ya que son
malestares de la vida diaria secundarios a problemas sociales— y por el otro, que
estos determinantes sociales son la causa principal de los trastornos mentales.
Negar la evidencia científica del paradigma biopsicosocial aceptado por todas las
sociedades científicas internacionales para volver a la simplificación desmedida de
“la culpa es de la sociedad y del sistema económico” recuerda a la madre
esquizofrenógena o nevera de hace 80 años. Quizás no conocen el daño que hizo
aquello y cómo se demostró falso. No parece ésta la mejor forma de luchar contra
pseudoterapias y pseudociencias.
Señoras y señores del Ministerio de Sanidad, ¿de verdad pretenden utilizar los
Escrito por Radio Diversidad
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Un proyecto de la Asociación La Barandilla